Los cumplirá el lunes 10 de julio. Expone más de 40 obras de su producción más reciente. “Es la expresión máxima de un artista”, la define la curadora Andrea Giunta.
No debe haber en este mundo un artista que haya pintado durante un siglo. Pero sí hay excepciones y, dichosos nosotros, esa excepción reside en Argentina: la gran Ides Kihlen, a poco de cumplir los 106 años el próximo 10 de julio, sigue pintado cada día de su vida como desde hace cien años cuando a sus 5 (o antes quizá, quién sabe, ella atesora recuerdos) se puso a dibujar, pintar y crear, y nunca más se detuvo.
Ahora, y luego de la magnífica y merecida exhibición que la celebró el año pasado en el Museo de Bellas Artes, Kihlen -el secreto mejor guardado del arte argentino- vuelve a exponer en Buenos Aires, esta vez en el Paseo de las Artes del Palacio Duhau, en Posadas 1350, hasta el próximo 6 de agosto. Se trata de unas 40 obras de su producción más reciente en uno de los espacios más coquetos de la Ciudad.
Para la curadora e investigadora Andrea Giunta, que trabaja en un libro sobre la centenaria pintora, Kihlen “es la expresión máxima de un artista”. Lo dice porque sabe que la artista, nacida en Santa Fe en 1917, pinta todos los días de su vida desde que tiene memoria.
Pero también lo expresa porque su producción siempre se mantuvo independiente del desarrollo artístico vigente en la época en Buenos Aires. No la han desvelado a lo largo de su carrera ni las ventas, ni las exposiciones, ni ubicarse en un pedestal de “genio del arte”. No trabaja para exponer ni busca galerías. Ella pinta por placer.
No es que sea autodidacta. Estudió con grandes referentes de la pintura argentina de su época. Sus maestros fueron entre otros López Naguil, Adolfo de Ferrari, Fernando López Anaya, Oscar Conti, Kenneth Kemble, Emilio Pettoruti, Juan Battle Planas, Vicente Puig y Adolfo Nigro, entre los argentinos, y André Lohte, en París Francia.
Nunca ha sido el principal interés de Kihlen pertenecer al circuito de mecenas y marchands del arte, ella solo ha querido pintar. Todo el día, todos los días, todo el tiempo posible. Ha llegado a pintar encima de sus obras solo por el irrefrenable impulso de seguir pintando. Fue así que el descubrimiento público de ella como artista le llegó algo tarde al público no avezado en arte.
Fue en la feria de arteba del 2000, cuando ella ya sobrepasaba los 80, que un marchand que visitaba su casa por otras obras quedó prendado de su trazo: decidió llevarse varias pinturas para venta. Fue un éxito total, no le quedó ni una.
“¡No se lleven todos mis cuadros!”, recuerda Ingrid, hija de Ides, que decía su madre, temerosa de que la despojaran de sus creaciones. Así, por casualidad, porque el talento ya lo tenía, empezó a forjarse un nombre público en el mundo del arte (entre sus colegas claro que ya la conocían).
Su padre fue ingeniero y un gran dibujante; su madre, una gran pianista. La propia Ides es compositora y tomó clases de música en el conservatorio. De ahí que sus composiciones pictóricas tengan ritmos visuales, que se aprecie una correspondencia entre notas musicales y colores: “Ella puede tocar los cuadros. Cada color tiene una nota musical”, revela Giunta.
Por si faltara reforzar esa idea, recuerda que Kihlen pinta, en muchas ocasiones, con los dedos de sus manos; siempre con un delantal rojo puesto, mientras con una aprieta el pomo con la otra unta sus dedos de color y pinta. Y trabaja por temporadas con una paleta de colores. En estos días, por ejemplo, está pintando mucho con ocres y blancos: “Muy alegre, da la sensación de espuma”, definen.
Hace un tiempo, vio el vestido verde brillante, casi esmeralda, de una amiga de su hija Ingrid: “Quiero pintar con ese color. Me tenés que comprar ese color”, sentenció. Inició entonces una serie de pinturas con el verde como color predominante.
Ingrid también evoca cuando su mamá les deba a ella y a su hermana Silvia pinceles y pinturas para dibujar “para que no la molestáramos a ella cuando creaba”. Y se ríe al contar que siempre se armaba confusión al llamar pincel de Marta (un pincel especial con pelo suave) como “el pincel de mamá”.
El número 5 aparece con frecuencia en sus pinturas. Lo hace porque es una cifra que se aparece de forma recurrente en sus sueños. Y los sueños, para ella y para tantos, son materia de inspiración.
No le gusta a Ides que le saquen fotos. Sin embargo, en esta muestra, acompañando el texto introductorio al espacio de arte, se expone una bellísima imagen de la artista en su taller, tomada en 2014 por el fotógrafo inglés Richard Schultz: ella con su camisola roja, sentada en el piso, pensativa, mimetizada con sus cuadros, como si ella misma fuera una obra de arte.
Ficha
Ides Kihlen
Dónde: Paseo de las Artes del Palacio Duhau, Posadas 1650.
Cuándo: todos los días, hasta el 6 de agosto.
Entrada: gratis.