Es la María de Guadalupe, un colegio privado de Tigre al que van alumnos de sectores vulnerables.
Allí casi nadie abandona y obtiene buenos resultados.
Compitió contra miles de escuelas de más de 80 países.
Las estadísticas educativas insisten en mostrar que a los chicos pobres les va peor en la escuela. Lo llaman “efecto cuna” y hace referencia a la fuerza que tienen las condiciones en las que viven sobre sus posibilidades futuras en el mundo de la educación y el trabajo.
Suena desalentador. ¿Acaso puede la escuela hacer algo para torcer esa historia? ¿Cómo debería ser un colegio que lo logre?
Unas cuantas pistas se pueden encontrar en el Colegio María de Guadalupe, de Tigre, que acaba de ser seleccionado como uno de los mejores 50 del mundo en el World’s Best School Prizes 2024, donde compitió contra miles de escuelas de más de 80 países.
En octubre se sabrá quiénes son los cinco ganadores, que se llevarán 10.000 dólares cada uno.
El Guadalupe es un colegio de gestión privada (con 58% de subsidio estatal), que tiene solo 12 años y está ubicado en el barrio Las Tunas, en Pacheco, provincia de Buenos Aires. Da clases a 700 alumnos desde el nivel inicial hasta la secundaria, que llegan de un contexto de mucha vulnerabilidad social.
Resultados educativos
PRUEBAS APRENDER 2021
» Por nivel socioeconómico (NSE)
El 73% de los padres de esos alumnos no terminó el secundario, el 62% vive en situación de precariedad habitacional y 47% en condición de hacinamiento.
La escuela busca integrar los aprendizajes académicos con el futuro laboral de los alumnos. Y en estos 12 años muestra tres logros.
Primero, la retención escolar: casi todos (el 99%) termina la escuela a tiempo, en un sector social donde cuesta mucho que los chicos mantengan la escolaridad.
Segundo, el rendimiento educativo es similar al de los estudiantes de clases altas del país, medido por las pruebas Aprender.
Y tercero, la proyección de los graduados: el 87% estudia y/o trabaja (muchos de ellos, en blanco).
María Luz Diez, directora de Desarrollo Institucional de la escuela le cuenta a Clarín que esto se consiguió tras un intenso trabajo con aliados por fuera de la escuela, entre ellos voluntarios, familias, ONG, empresas y universidades.
“La escuela sola no puede. Nuestras puertas están siempre abiertas y estamos en continuo contacto con las empresas -que nos dicen qué perfil de trabajadores necesitan- o universidades, que les cuentan a los alumnos qué oferta académica tienen”.
El World’s Best School Prizes 2024 es un premio global impulsado por la organización T4 Education en alianza con Accenture, American Express y la Fundación Lemann de Brasil.
En el jurado, formado por unos 200 expertos y líderes del mundo, hay dos argentinos: el exministro de Educación Esteban Bullrich y la actual ministra de Educación porteña Mercedes Miguel. Para seleccionar a los ganadores, además del jurado, la gente podrá desde hoy votar por una escuela en la Web.
Las escuelas compiten en cinco categorías. Al Colegio María de Guadalupe lo seleccionaron en “Colaboración con la Comunidad”.
Educación de calidad en un barrio popular
Creado en 2012 por la asistente social María Paz Mendizábal y el empresario Roberto Souviron, la idea del Guadalupe fue desarrollar una escuela de calidad en un barrio popular en el que faltara oferta educativa. Y al mismo tiempo crear un modelo educativo eficiente, que pueda ser replicado en otro barrio popular de similares características.
Por eso, la dirección del colegio está muy atenta a los costos, que son menores que en otras escuelas estatales de barrios populares.
Arrancaron con 1° a 3° grado, después fueron completando la primaria, agregaron secundaria, y terminaron con el nivel inicial.
En la secundaria, el principal desafío fue lograr que los alumnos no abandonen y, luego, impulsarlos a que sigan estudiando o consigan un empleo formal (en blanco). Para esto armaron tres programas:
1. Orientación vocacional. En los últimos dos años de la secundaria, los alumnos reciben herramientas para decidir su futuro, con la participación de empresas que cuentan lo que necesitan y universidades que muestran sus ofertas.
2. Mentorías. A los alumnos que ya tienen decidido qué seguir, los conectan con un profesional afín para que le haga de guía. La mentoría arranca en el último semestre del último año y consiste en distintos encuentros con el alumno.
3. Programa de inclusión laboral. Busca promover el trabajo en blanco, junto a estudiantes del último año de otros colegios de la zona. Los ayudan a armar bien un currículum, y les suman el manejo de habilidades sociolaborales, digitales y de logística.
¿Cómo se financia la escuela? El 12,5% por las cuotas que les cobran a las familias. En este momento, la cuota mensual, por jornada completa, es de $ 30.000, pero hay becas. El 29,4% viene de donaciones, de personas y empresas. Y el 58,1% es subvención del Estado provincial, que paga los cargos docentes.
Diez dice que impulsan a sus docentes a que se formen y formen a los demás. “Es clave el equipo de orientación escolar, que está formado por trabajadores sociales, psicólogos y psicopedagogos”.
“Nosotros construimos los talentos y tenemos mucho que ofrecer a las empresas. Los voluntarios, las ONG y las empresas son nuestros aliados, un apoyo fundamental para crecer en equipo”, cuenta Diez.
El equipo directivo de la Guadalupe logró este año replicar el modelo. Inauguraron en Garín una escuela con el mismo perfil, también en un barrio popular. Es la Rosario Vera Peñaloza, que ya tiene 225 alumnos y proyectan tener 1.125 en total. Arranca una nueva historia que también buscará torcer las estadísticas generales y lograr que el “efecto cuna” sea puro cuento.