El prestigioso inmunólogo del Conicet cosecha reconocimientos nacionales e internacionales de todos los colores. Hace 30 años descubrió la proteína Galectina-1 y a partir de ese momento dedica su vida al combate del cáncer. “Quiero devolver al Estado todo lo que el Estado hizo por mí”, dice.
En medio del conflicto universitario, de las tomas, las movilizaciones y los insultos del gobierno, queda un hueco para las buenas noticias. Gabriel Rabinovich, el reconocido científico del Conicet nacido y criado en la Universidad Nacional de Córdoba, en la última semana fue distinguido por tres instituciones de educación superior. Los doctorados honoris causa obtenidos provienen de las Universidades Nacionales de Salta, Misiones y Cuyo, y se suman a los previos de Mar del Plata, Córdoba, La Plata, San Luis y de la República de Uruguay. Todo un record el de este investigador líder en la lucha contra el cáncer.
El presente lo encuentra, además, al frente de Galtec: su propia empresa de base tecnológica, en donde alimenta el sueño de que las drogas lleguen a quienes más las necesitan. Hace más de 30 años, Rabinovich identificó por primera vez el rol de Galectina-1 en el sistema inmune. Demostró, esencialmente, que esta proteína es la responsable de permitir a los tumores formar nuevos vasos sanguíneos, escapar de las defensas y propagar la enfermedad. Con esa premisa, observó que la molécula podría ser la llave de novedosos tratamientos basados, por caso, en anticuerpos monoclonales.
En simultáneo, no suelta el pie del acelerador: el viernes publicó un artículo en colaboración con especialistas de la Universidad de Oxford sobre un cáncer sanguíneo denominado mielofibrosis. Rabinovich combina su inteligencia –es una de las mentes brillantes que se destacan en el mundo– con una sensibilidad muy singular. Sobre todo esto habla en esta entrevista de Página 12.
–Tal vez sea el científico con más doctorados honoris causa del país. En la última semana, lo recibió de parte de las Universidades Nacionales de Salta, Misiones y Cuyo. ¿Qué significa este reconocimiento para usted?
–Es una emoción muy grande. La universidad pública significa una luz que alumbra no solo a la educación, sino el bienestar de nuestra sociedad. Desde lo afectivo, el contacto con la gente del interior ha sido muy fuerte; el cariño que recibo de los estudiantes, los profesores y los profesionales es inmenso. Que en un momento tan difícil del país estas casas de estudio me hayan querido premiar es increíble. Es, probablemente, el reconocimiento más importante. En Salta, por ejemplo, quien coordinó todo fue una de las primeras becarias doctorales que tuve, Marta Toscano, que hoy es la directora de la Unidad de Medicina Traslacional del Hospital Oñativia. Viajar por el país, además, cambió mi perspectiva sobre la discusión política.
–¿En qué sentido?
–Veo que la gente tiene un grado menor de polarización. Al mismo tiempo, los distintos gobiernos provinciales realizan un esfuerzo muy grande por subsanar aquello que no viene de parte del gobierno nacional. Para mí, gobernar es dar oportunidades a las personas, no simplemente administrar un Estado. Hoy se advierte una gran hostilidad a todo lo que tiene que ver con ciencia, tecnología y educación, y eso se contrapone directamente con una necesidad crucial que deberíamos tener como país: seguir motivando a los pibes y a las pibas, mostrarles que sí hay futuro. En Misiones, uno puede ver el Parque del Conocimiento y quedar asombrado; lo mismo con la escuela de Robótica que tienen en Posadas. A pesar de los problemas económicos, es posible ordenar las prioridades sin resignar la producción de conocimiento a un último lugar.
–Usted se formó en la Universidad Nacional de Córdoba y toda la vida estuvo muy ligado a las instituciones públicas del país. ¿Cómo explicaría la importancia de defender a las universidades?
–Las universidades son la principal posibilidad de generar inclusión. No lo digo desde un lugar intelectual, sino de haberlo vivido en carne propia: compartí muchas aulas con gente que era la primera generación de su familia en estudiar, cuyos padres se esforzaban muchísimo pagándoles una habitación porque venían de otras provincias como Catamarca, La Rioja o Santiago del Estero. Hoy esas personas son bioquímicas, farmacéuticas, médicas, por lo que lograron un ascenso social muy importante.
–¿Cómo lo ayudó en su caso particular?
–Me ayudó muchísimo a tratar de comprender la sociedad. Conceptos como diversidad y oportunidad solo se entienden cuando pisás una universidad pública. Se aprende muchísimo de las distintas trayectorias de los compañeros y es una manera, creo yo, de poder construir tus propios sueños en función de eso. En la Universidad Nacional de Córdoba me di cuenta de que cualquier cosa que hiciera como científico les tenía que llegar a todos. Si lo que uno hace no alcanza a los más vulnerables, la aplicación de la ciencia no tiene sentido. Los profesores que dan las materias en las públicas, luego vuelven a sus laboratorios a hacer ciencia de punta, por eso hay que protegerlas. Son lugares de luz, de excelencia y espíritu crítico. Sin universidad pública no hay chances de tener una sociedad plural, diversa y libre.
La proteína estrella
–En el campo científico toca una nueva época de fuga de cerebros. A pesar de las malas, usted nunca se fue, ¿por qué?
—Quizás sea un poco idealista. Por algún motivo apareció esta proteína hace 30 años –la Galectina-1– en torno a la cual comencé a investigar y construí mi carrera. Siento que estoy muy arraigado, que el país es muy mío. Me encantaría cerrar el círculo y poder concretar todo lo que estamos haciendo con Galtec. Quiero que los productos lleguen a la gente y creo que hicimos un muy buen convenio con Conicet para que un porcentaje de los beneficios que obtengamos quede para el organismo. Quiero devolver al Estado todo lo que el Estado hizo por mí.
–Galtec es la empresa de base tecnológica que fundó en 2023 con el fin de desarrollar tratamientos para cáncer. ¿En qué etapa se hallan?
–En un año, gracias a las inversiones iniciales, pudimos avanzar mucho. De hecho, nos hemos concentrado en dos productos que están en un período de desarrollo avanzado. La eficacia ya fue constatada en laboratorio y, a través de buenas prácticas de manufactura, en los próximos meses esperamos comenzar con pruebas en humanos. Si todo sale bien, hacia principios de 2026 podremos avanzar hacia la fase clínica 1, para demostrar en pacientes que las drogas son seguras y no son tóxicas.
–¿Qué dos productos?
–Por un lado, un anticuerpo monoclonal neutralizante (anti Galectina-1), que en primer lugar será destinado a pacientes para cáncer colorrectal, porque es un cáncer de mucha incidencia en adultos jóvenes. Si en el pasado afectaba a los mayores de 65 años, hoy en día ya se detecta en personas de 40. Por eso se sugiere la colonoscopia en una edad temprana, para poder prevenir antes de que sea demasiado tarde. Por otra parte, el segundo producto también es una variante de la anti-Galectina 1, destinado al tratamiento de enfermedades autoinmunes, especialmente esclerosis múltiple. Habíamos visto que Galectina-1 podía suprimir las manifestaciones de autoinmunidad.
–¿A qué se refiere con manifestaciones de autoinmunidad?
–La esclerosis múltiple es una afección en la cual nuestros linfocitos dañan el cerebro, de manera que el paciente va afrontando parálisis y diferentes formas de deterioro cognitivo y psicomotriz. Lo que hace nuestra súper proteína, la Galectina-1, es suprimir las manifestaciones clínicas en las personas con este padecimiento. Por ahora lo vimos en animales de experimentación y funcionó muy bien.
El último promete
–El viernes publicaron una investigación sobre un cáncer de sangre denominado mielofibrosis. ¿De qué se trata?
–Fue realmente fantástico lo que pasó porque no lo buscamos. Hace aproximadamente cinco años, nos contactaron dos investigadores de la Universidad de Oxford que se especializan en patologías de origen mieloide, es decir, en cánceres de la sangre. Los glóbulos rojos, blancos y plaquetas surgen de células madre que están presentes en la médula ósea, y en estos pacientes se descubren mutaciones que provocan que se endurezca, es decir, que se formen cicatrices. Entonces, las células madre no pueden diferenciarse, por lo que se observa una producción muy alterada de glóbulos rojos y demás. El paciente, así, comienza a tener un montón de enfermedades relacionadas con esta alteración.
–¿Cómo cuáles?
–Básicamente, son personas con muchos órganos aumentados. Lo que sucede es que el organismo intenta compensar el engrosamiento de la médula por alguna vía. Como resultado, el baszo o el hígado comienzan a ser productores de glóbulos rojos, y se agrandan. Entonces, los científicos de Oxford compararon médulas enfermas y sanas, y cuando empezaron a estudiar qué proteínas se expresaban y eran responsables de esta médula tan fibrosada (con el tejido aumentado), encontraron a una proteína muy especial…
–¿Galectina-1 de nuevo?
–Exacto, encontraron a nuestra hija.
–La podría haber bautizado Rabinovich-1 si era su hija…
–No hubiera estado nada mal. Lo más importante de esta colaboración es que, además del artículo conjunto, les enviamos el anticuerpo que nosotros estamos preparando para la clínica y vimos en ratones cómo disminuye de manera notable la fibrosis de la médula. Pronto, comienzan a producir de manera normal glóbulos rojos, blancos y plaquetas, y el bazo recupera su tamaño normal. Es espectacular. Así que fue un muy buen trabajo en equipo y lo publicamos en la revista Science Translational Medicine. ¿Puedo nombrar a mis colaboradores para este trabajo?
–¡La ciencia es colectiva!
–Bethan Psaila y Adam Mead de la Universidad de Oxford y Juan Manuel Pérez Sáez, investigador de Conicet y cofundador de Galtec.