La tensión entre el presidente y la vicepresidenta volvió a escalar en las últimas horas. Las 48 horas clave en la relación entre la Casa Rosada y el Congreso. El rol de Santiago Caputo y Miguel Ángel Pichetto. Los temas en danza
Por fuera del escándalo en torno a la gravísima denuncia de Fabiola Yañez contra el ex presidente Alberto Fernández, que acaparó en los últimos quince días casi la totalidad de la agenda pública, el gobierno, la oposición y los aliados arrastran desde hace semanas un complejo entramado de negociaciones cuyo desenlace es inminente en un puñado de rubros, en algunos casos -extremadamente sensibles- seguidos con especial interés por el Ejecutivo.
Ayer, en Casa Rosada reinaba un creciente desconcierto frente a la designación de la presidencia de la comisión bicameral de Inteligencia, que sumó entrada la noche un condimento adicional: un nuevo capítulo en la disputa irresuelta entre Javier Milei y Victoria Villarruel, esta vez por el flamante aumento en la dieta de los senadores, que cobrarán el próximo mes cerca de unos $9 millones.
“No hay mucho para hacer, los kirchneristas arreglaron con Martín, y tienen ocho votos”, resumió a última hora una alta fuente oficial al tanto de las negociaciones que este martes deberían tener una resolución en la Cámara alta.
Para el gobierno, las próximas 48 horas son cruciales en ese sentido. Entre el Senado y Diputados: la oposición aliada convocó para este miércoles a una sesión especial para tratar de voltear ese DNU.
Hasta anoche, Caputo todavía prefería al senador peronista Edgardo Kueider como presidente de la comisión de inteligencia, pero el rechazo mayoritario del kirchnerismo, que terminó por darle la espalda al entrerriano cuando éste apoyó al gobierno en la Ley Bases y el paquete fiscal, dejó al Ejecutivo atado de pies y manos. Para el bloque que conduce Cristina Kirchner desde el Instituto Patria también es un capítulo esencial. Por algo Eduardo “Wado” de Pedro, que integra la comisión, prefirió no viajar a San Francisco junto a otros colegas y gobernadores del PRO y la UCR -volaron este domingo, vuelven el jueves-: no hacía a tiempo de elegir a un reemplazo para hoy.
En un principio, al comienzo de las negociaciones, se había llegado a un acuerdo para postular al senador misionero Enrique Martín Goerling Lara, del PRO. Apoyado, por igual, por la ministra Patricia Bullrich, por la vicepresidenta Villarruel y por diversos sectores de la ex coalición de Juntos por el Cambio. La falta de consentimiento entre las partes llevó primero a Caputo, es decir a la Casa Rosada, a inclinarse por Kueider. Después surgió el nombre de Lousteau. Hasta ayer a última hora, era todavía una incógnita.
En paralelo, el gobierno intentaba en esta horas, a contrarreloj, desactivar la sesión especial convocada para este miércoles en Diputados por Nicolás Massot y legisladores nucleados en el bloque Encuentro Federal, liderado por Miguel Ángel Pichetto, y la Coalición Cívica, presidido por Juan Manuel López, que quieren dar marcha atrás con el DNU 656 que asignó $100.000 millones adicionales a la SIDE.
El oficialismo está muy atento a esa sesión. Se trata de un área sensible que el consultor Caputo absorbió cuando Milei echó a Nicolás Posse y a Silvestre Sívori, el ex interventor de la ex AFI. Configura, además, una discusión que involucra a la cúpula del Ejecutivo y a algunos de los integrantes más resistidos de la oposición aliada. Massot, puntualmente. Socio político de Emilio Monzó, el diputado es más que mala palabra en Casa Rosada. Incluso Martín Menem, el presidente de la Cámara baja, lo detesta. En verdad, se aborrecen mutuamente. Fuentes inobjetables confiaron que Menem habría manifestado puertas adentro incluso su deseo de enfrentarlo al legislador cara a cara.
Diferente es la situación de Pichetto, que trabaja a diario su relación con el Ejecutivo. Su nexo principal es Caputo, al que, por caso, elogió públicamente. Chatean seguido y mantienen reuniones periódicas. El otro referente del gobierno es Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, habilitado por Milei desde el inicio de la gestión para tratar con el sistema político. Aunque la llave recurrente para destrabar las tratativas es, al final del día, el consultor y ex discípulo de Jaime Durán Barba. A él reportan, por caso, funcionarios como José “Cochi” Rolandi o María Ibarzabal Murphy. También Lisandro Catalán, bajo el paraguas formal, y personal, de Francos. Los Menem, Martín y Eduardo, “Lule”, hacen lo propio pero bajo la supervisión de Karina Milei.
Anoche, en las cuentas de la red social X que le adjudican a Caputo, el asesor y amigo de Milei estaba mucho más activo que nunca.
Es que son días clave para el Gobierno en términos de lo que el propio Caputo mencionó en estos días en las redes como “la rosca” política. Se ufanó, de hecho, en una de esas cuentas de la eficiencia de La Libertad Avanza en esa materia. “Les ganamos en redes. Les ganamos en las urnas. Les ganamos en las ideas. También les vamos a ganar en rosca. Con fe y con esperanza, la libertad avanza”, escribió.
En la oposición dialoguista existe de todos modos un consenso generalizado sobre la lógica que impera en esas negociaciones. Y el trato “poco igualitario” que, por ejemplo, recibieron después de la aprobación de la Ley Bases y del paquete fiscal los gobernadores del PRO y de la UCR que apoyaron, en público y en privado, esas negociaciones. Por ahora, dicen, solo fueron promesas. De eso hablaron ayer Rogelio Frigerio y Pichetto en la reunión que mantuvieron en las oficinas porteñas del gobernador de Entre Ríos.
Es un tema recurrente en los diálogos internos en el PRO, en la UCR y en el peronismo, y que mantiene en vilo a Mauricio Macri que, a pesar de su buen diálogo personal con Milei, empieza a perder la paciencia.
La dispersión en la oferta opositora y en los bloques aliados constituye, en ese contexto, un arma de doble filo para el oficialismo. No hay un líder natural que aglutine a todas las posiciones. Hasta ahora, le sirvió al Ejecutivo para transitar, con pocos sobresaltos, estos nueve meses de gestión, atravesados, para colmo, por la instrumentación de un ajuste severo que el propio Milei calificó como el más brutal de la historia. Pero esa atomización también interfiere en los acuerdos cruzados.
A los resultados de estas próximas 48 horas -se suma la sesión prevista para este jueves en el Senado para modificar la fórmula jubilatoria decidida por el Ejecutivo, que el oficialismo intentó posponer todo lo que pudo- se suma la audiencia que este miércoles tendrá a Ariel Lijo como protagonista en la Cámara alta: postulado por Milei a la Corte Suprema junto a Manuel García-Mansilla, el juez, muy vinculado al consultor Caputo -es uno de sus principales promotores-, hizo coaching estos meses para la puesta en escena de mañana.
Hay otro capítulo que también concentra buena parte de la atención del sistema político: la designación de los tres auditores de la Auditoría General de la Nación (AGN) por la Cámara de Diputados.
“Está todo trabado”, sintetizaron desde LLA, los bloques dialoguistas y el peronismo.
Hasta ahora, puertas adentro se habían puesto de acuerdo en nominar a Mario Negri por el radicalismo, a Jorge Triaca por el PRO -impulsado personalmente por Macri- y restaba conocer al postulante del PJ. Pero surgieron cortocircuitos internos, y desacuerdos en los distintos bloques. En las últimas semanas apareció en la mesa de negociaciones el cargo vacante desde hace más de una década para el defensor del pueblo -requiere dos tercios de ambas cámaras- como señal de la complicación en las tratativas.
En el horizonte aparece otra puja que atraviesa a todo el sistema político: la jefatura del Consejo Federal de Inversiones (CFI) que ostenta Ignacio Lamothe, ligado al peronismo, referenciado en su momento en “Wado” de Pedro, que construyó en estos años una buena relación con el resto de los jefes provinciales. Su mandato vence en noviembre próximo. Los gobernadores de Juntos por el Cambio resaltaron que ya tienen un candidato en danza. Y que podría tener el visto bueno del Ejecutivo.
Son disputas globales que involucran al Gobierno y al resto del sistema, y que tienen un final tan incierto como el vínculo entre Villarruel y la Casa Rosada, que volvió a tensarse al máximo este fin de semana por los idas y vueltas en los homenajes en torno al 17 de agosto.
La relación tiene cada vez menos puntos de coincidencia más allá del rumbo general del gobierno. El lazo entre la vicepresidenta y las dos personas de mayor confianza e influencia de Milei, es decir Karina Milei y Caputo, se rompió hace meses. El sábado, en medio de los trascendidos sobre la ausencia de Villarruel en la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas y su faltazo a Mendoza -como en el pacto de mayo de Tucumán, alegó problemas de salud-, la secretaria General de la Presidencia posteó en su cuenta de X, enigmática: “La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”.
Ayer, los pases de factura internos se azuzaron cuando se conoció que los senadores volvían a recibir otro aumento de sueldo por el enganche con los incrementos del personal legislativo. “Es una traición al pueblo argentino. No se quien fue el responsable de semejante burla pero quienes han avalado estos atropellos a los trabajadores sufrirán las consecuencias en las urnas cuando el pueblo se exprese mediante el voto”, escribió en sus redes el presidente.
No mencionó a la vicepresidenta, que sin embargo respondió horas después con un posteo en su cuenta de Instagram: “Es facultad de los senadores desengancharse o no de las paritarias de los trabajadores, yo solo decido sobre las paritarias a los empleados”.
Ninguno de los dos se menciona personalmente. Pero no hace falta. Ninguno lo va a reconocer públicamente porque es las consecuencias de una disputa pública y personalizada puede tener consecuencias serias para ambos, en muy poco tiempo de gestión. Lo cierto es que en el entorno de Villarruel están cansados de las “operaciones” de la Casa Rosada. Y en el entorno de Milei ya decidieron desde hace tiempo prescindir de la vicepresidenta.
Es una disputa que, según fuentes oficiales, data desde la campaña. Dicen que, en pleno proceso electoral, hubo una conversación entre el presidente y su vicepresidenta, por negociaciones políticas, que dañó severamente la relación. Los detalles de esos diálogos no trascendieron demasiado.
Fuente: Infobae